los ríos que dan al mar : travesía isla mujeres-río dulce :

Llegó el tiempo de partir, los meses pasaron veloces y la temporada de huracanes obliga a lxs viajerxs del mar a pensar en lugares más seguros donde pasar los meses de junio, julio, agosto y así hasta finales de noviembre. En el mar no hay caminos señalados, pero el destino casi obligado de lxs navegantes que en su mayoría bajan de México, Estados Unidos y Canadá -o que vienen de Europa cerrando el círculo de las Antillas, Dominicana, Haití, Cuba- tiene como siguiente casillero en este tablero imaginario, a Belice y luego Guatemala.

Isla Mujeres – Marina Paraíso

Fueron varios los intentos de partida, en el primero nos detuvo el generador que no quiso arrancar -ni en nuestras manos ni en las del especialista y amigo David- y aunque después de unas cuántas pruebas decidimos dejar la reparación para Guatemala, nos quedaba el inconveniente de la generación de energía para las baterías, pues tantos intentos de arrancar el generador terminaron por liquidar la batería de arranque. Esto demoró aún más la partida y tuvimos que invertir en una nueva batería y en un pequeño generador portátil que nos saque de apuros en el caso de necesitar cargar algún dispositivo o usar alguna herramienta.

David y Diego en el cuarto del motor
No funciona

Investigación, mensajes a amigos que conocen del tema, y mucha lectura mediante aprendimos la diferencia entre una batería de gel y una AGM, aprendimos cómo es una batería por dentro, cómo funciona y cómo almacena energía, aprendimos un montón de términos hasta entonces desconocidos en profundidad, esas palabras que usamos en el cotidiano pero no podríamos explicar qué significan exactamente (voltaje, amperaje, capacidad nominal, intensidad, etc) Un glosario bieeen completo sobre baterías marinas… Hay que decir que se aprende mucho cuando las cosas se rompen, especialmente cuando lo que unx necesita corresponde a un uso tan específico que es muy difícil encontrar a alguien que te oriente, pues cada barco es un universo, no todos requieren la misma capacidad de carga, etc. y ese trabajo de hormiga e investigación sobre tu propio barco hay que hacerlo ANTES de ir a comprar la batería, sino puede que te lleves a tu barco algo que no es lo que buscabas. Por suerte hicimos la tarea, por suerte existe google y les amigues, por suerte compramos la batería adecuada. Y funcionó!

Nosotris
El libro guía
Pintando caja de ancla
Funciona, no funciona, funciona, no funciona
Lijando
Caos
Nueva batería recién comprada

Resueltos los detalles energéticos siguieron dos semanas donde el clima demoró la partida, ya sea por tormentas eléctricas que se instalaron en la región, o por falta de vientos que nos permitieran ir rumbo al sur.

Nubes amenazadoras

Así nos encontramos en la misma situación varios barcos viajeros incluidos nuestros amigxs Memo y Andie, que días antes lograron soltar amarras pero en un fondeo del camino golpearon su hélice en un coral y tuvieron que regresar dos días después de haber partido. Ya está pareciendo que esta isla es sal si puedes…

Diego ayudando a anclar a Andie y Memo
Charlando sobre la ruta

Esperamos el momento preciso porque, aunque ésta será una navegación costera, tenemos un barco bastante calador (el calado de un barco es lo que está debajo de la línea de flotación, algo así como su profundidad). En el caribe los fondos son bajos, hay muchos arrecifes, y a diferencia de lo que se suele pensar, es más peligroso navegar cerca de la costa que estar flotando en el medio del mar, sin corales que chocarte ni bajos donde vararte.

Carta náutica
Nuestro calado

Esperamos el momento adecuado, sin tormentas y con buen viento, porque en nuestra ruta no hay tantos lugares posibles donde parar a descansar, la primera parada programada es Punta Allen, Bahía de la Ascención, y está a más de 100 millas náuticas de #islamujeres. Qué difícil moverse! Tan real como que el movimiento genera movimiento y la quietud amarra. Luego de bastante espera parecía haber llegado el día, incluso hicimos el zarpe en la capitanía de puerto de Isla Mujeres, con el respectivo sello de salida. Pero la partida se seguía demorando, y nosotrxs aun preparándonos para el viaje, mirando el cielo y consultando todos los pronósticos disponibles una y otra vez…

La contemplación

Nunca se está listx del todo para una travesía, tantos son los detalles a considerar que fácilmente podría unx llegar a la conclusión de que partir en las condiciones dadas (sean las que sean) es una imprudencia. Es fácil caer en la trampa del “no estamos listxs”, pues nuuunca se estará listo del todo… pero ¿Cuál es la línea de equilibrio entre la prudencia y la tenacidad?… Difícil saberlo estando tan del lado de adentro de la cuestión. Por suerte somos dos, podemos pensar y repensar una idea hasta darla vuelta por completo y mirarla desde el otro lado de cualquier isla. Entre cielos grises nos fuimos al ancla, un paso más cerca.

Casi todo listo

El cuidado de los recursos se vuelve primordial durante una travesía, compramos paneles solares, pero decidimos que la instalación sería en #guatemala. En una de las maniobras de tirar el ancla, Ceci sufrió un accidente en el dedo anular de la mano izquierda, por tirar el ancla sin usar los guantes (muy mal) se enganchó una falange en la cadena mientras ésta caía con la fuerza de los 33 kilos del ancla, sí, 33 kilos tirando del dedito enganchado que, aunque logró salir, quedó mirando para el otro lado. Auch!

Pobeshiiiiiiiiita
Pobeshiiiiita

Por suerte en un impulso de valentía sin precedentes, la marinera se lo volvió al lugar después de eso terminó la maniobra y después, recién después, se largó a llorar desconsoladamente… El episodio dedo nos demoró algunos días más, que nos sirvieron para bajar las ansiedades, estudiar mejor la ruta y reacostumbrarnos a la vida del ancla. Dentro de la infiiinita lista de cosas por hacer, tocaba preparar comida para la travesía, ya sabemos que cocinar en plena batidora y oleaje no es lo más cómodo para esta tripulación. Miles de vueltas al súpermercado, y finalmente todo parecía estar más o menos listo para soltar amarras de una buena vez. Volvimos a la marina a llenar tanques de agua y combustible y a pasar la última noche en tierras mexicanas, o eso creíamos…

Atardecer mágico

Finalmente llegó el día: Salimos de Marina Paraíso rumbo al sur. Estamos navegando! Las sensaciones, todas y mezcladas: ansiedad, miedo, emoción, felicidad y una inmensa incertidumbre. La ruta no es la más cómoda ni la más fácil, la corriente de Yucatán es de entre 2 a 5 nudos desde el Banco Chinchorro hasta Cancún (o sea en contra) y el viento viene del sur, sur este. Traducción: necesitaremos motor. Pero resulta que tenemos un barco orzador, le gusta el viento en la cara y no se queda, al contrario: vuela!

Vamos bien

El primer día navegamos a casi 7 nudos, a pura vela y con corriente en contra, nada mal para un barco de 15 toneladas. Nos mantuvimos siempre en la línea de los 100 -o más- pies de profundidad (30 mts) porque #paranoiacontocarelfondo. Al anochecer, a la altura de Punta Maroma -cuando a lo lejos se veía el resplandor de las luces de la gran #cozumel se calmó el viento. En nuestros cálculos, estimábamos pasar frente a #playadelcarmen a las 9 pm, imposible.

Captain my captain
Los colores del mar
Estamos navegando!
Marinera hambrienta
A pura vela

La corriente empuja con una fuerza arrolladora, el barco responde, avanza, navega, pero la corriente hace su jugada y siempre retrocedemos un casillero. Es como hacer girar una rueda en el hielo. Se va haciendo de noche, avanzamos a menos de una milla por hora, con el motor en marcha! Iríamos más rápido caminando! Empezamos a planear estrategias “just in case”, un poco como ejercicio de simulacro y otro poco porque empezamos a tener sueño y hay que inventar excusas para mantenerse despiertxs: Qué hacemos si se llega a parar el motor en este momento? Estando a una milla de la costa, no hay posibilidad de caer, tocaría enfrentar el (no)viento, virar en redondo, y dejarnos llevar por la corriente para el otro lado. Por suerte no se apagó el motor, y ya no tenemos más sueño. La noche fue larga y lenta, la luna hermosa. Algunas luces de la tierra, faros, los ferrys que van y vienen a Cozumel. Navegar de noche en zonas tan transitadas es raro, luces que no se sabe de dónde vienen ni a qué distancia están, un arbolito de navidad en movimiento. El viento bien gracias. Qué nos deparará el amanecer?

Vientito lindo
Atardecer desde el mar

Amaneciendo. Ahora sí estamos cansadxs y nos duele todo. Acostumbrar el cuerpo a la tensión, agota. Los músculos alertas, agarrados a la rueda del timón cuando toca guardia, tratando de relajarse sin éxito. Es casi involuntario, el cuerpo se pone así. Además, hemos planeado esta ruta para ir parando a descansar, podemos aguantarnos dos días sin dormir porque después tiramos el ancla, a no muchas millas de aquí está nuestra primera parada: Punta Allen, Bahía de Ascención.

Pero a este ritmo no podemos garantizar llegar de día, y la única casi inmodificable regla de este equipo es NO SE ENTRA SIN LUZ A NINGUNA BAHÍA. Si se hace de noche antes de llegar, seguimos. Pues estaría siendo el caso, no sabemos si nos alcanzará la mañana y lo que queda de la tarde para llegar a Allen con luz.

Guardias, dormir, guardias, dormir

A la altura de #tulum empezó el viento. Qué feliz está el barco! No soplan más de 15 nudos y vamos a 7,5 a veces 8! Definitivamente tenemos un orzador. Las olas son altas, pero aún no tan altas como las del #golfodemexico. A esta velocidad llegamos a destino de día y con tiempo para darnos un chapuzón en la bahía. Pero en navegación, los cálculos y las fórmulas sirven cuando las condiciones se mantienen, si el viento afloja y la corriente aumenta, no cantes victoria ni gloria. Unas 20 millas antes de la Bahía de Ascención las olas se descontrolaron. Algunas altísimas y especialmente cortas, es decir, con poco tiempo entre una y la otra y desde todas las direcciones imaginables. Un remolino desordenado que hacía del barco una coctelera. En un momento sin previo aviso, una ola se nos subió a la cubierta, pasando por el cockpit se metió por la ventana de la cocina en una catarata que fue a parar parar justo a la olla de pasta con bolognesa que rebalsó de agua de mar haciendo un movedizo río de fideos con salsa rodando por todo el interior del barco. Celulares, libros, ropa, todo mojado. Lección aprendida: aunque parezca tranquilo, cerrar todas las ventanas. Siempre puede venir una ola rebelde, meterse adentro y hacer arte conceptual con tu comida y tus objetos.

Lo mejor del día fue la visita de una manada de delfines que jugaron alrededor de nuestra proa durante más de media hora… Mágico, conmovedor, impresionante, hermoso. Ver delfines es cada vez un regalo, un buen augurio, un presente de la pacha, una cosa mágica, un flash. Nunca nos aburren, nunca dejan de sorprendernos, su aparición es siempre una maravilla, como ver una estrella fugaz o como los atardeceres de la isla, pero más, porque sabemos que en un ratito se van, ellos siguen su viaje y nosotrxs el nuestro… pero en esos minutos de felicidad… todxs jugamos. Diego les canta, los delfines se divierten, parece que también disfrutan de nuestra compañía, hacen saltos raros y hay uno particularmente que es un acróbata profesional. Qué emoción!

Delfineeeees

Hace poco nos enteramos de que los delfines duermen en manada, que para poder dormir sin hundirse van en grupo, entonces la estela de agua que genera el movimiento de lxs de adelante, mueve y sostiene a lxs que van atrás, descansando, soñando… No es maravillosamente animal esa empatía colectiva? Te cuido el descanso, sigo nadando para que puedas flotar mientras dormís y no te olvides de respirar. Quién pudiera ese tipo de amor, bestialmente inhumano, puramente instintivo…

Punta Allen turquesa

Llegamos a la boca de la bahía a las cinco y media de la tarde, aún de día. Bajamos las velas y seguimos minuciosamente las coordenadas para entrar, arrecifes a un lado y otro, y bajos de 12 pies. Una hora y media después (es una bahía inmeeensa) anclamos atrás de Punta Allen, Bahía de Ascención. Atardece, un abrazo con suspiro de alivio, después un guacamole y una cervecita porque ameritaba festejo y nos quedamos dormidos en el cockpit.

Buen día Punta Allen! Somos el único barco en esta bahía enorme y de color verdeazulada. Notamos que está casi deshilachado el cabo del enrollador de genoa, lo cuál podría ser una catástrofe si no lo resolvemos a tiempo, cambiamos el cabo y abrimos la vela, listo! Desayuno abundante, matecitos, siesta al sol, día de limpieza porque episodio fideos por todo el barco, recuerdan?

Catástrofe?

A la tardecita notamos que el barco que llegó a las 8 de la mañana y tiró el ancla en el medio de la boca de la bahía, allá lejos, viene hacia nosotrxs. Binoculares en mano, Diego dice que -si no fuera imposible- podría jurar que se trata de Jerome. Jerome es un marinero canadiense, que vive en un #hallbergrassy que alguien le regaló en #italia alguna vez. Se cruzó el atlántico para resguardarse de los huracanes, llegó a Florida y lo agarró el huracán Irma en la costa éste, una semana después de haber llegado. De ahí se fue a #islamujeres donde lo conocimos, y planea arreglar el barco en #riodulce, hacia donde vamos. Jerome fue algo así como capitán de la marina del gobierno de su país -o eso entendimos-, su trabajo era viajar en barcos de rescate en los helados lagos del norte. Ahora anda medio rengo y con una sonrisa adorable que le quedó de cuando era chiquito, no quiere usar el motor si no es estrictamente necesario, y navega solo con la genoa porque puede maniobrarla desde el cockpit. Por supuesto, tampoco tiene piloto automático. Salió de isla mujeres el mismo día que nosotrxs, pero pegó la vuelta porque no había viento. El día siguiente sopló lindo para él y su promedio de velocidad fue de 5 nudos! Hizo en 20 hs lo que nosotrxs en 30! Jerome es un pirata, aunque no quiera serlo.

Definitivamente el que viene ahí es Jerome! Prendemos la radio y nos responde casi con una carcajada de celebración. Es tan lindo ver llegar a alguien conocido cuando estás en el medio de la nada, fue una alegría. Aquí estamos, ahora somos dos en el medio de esta bahía enorme, y estamos tan cerca que Diego se fue nadando a ver cuáles son las novedades de #chrisparker, el chico del clima.

Sí, es Jerome
Hola amigo

Estando al ancla toca prestarle atención a los problemas que en movimiento no se pueden descifrar. Hay una pérdida de aceite (o de algún líquido) en alguna parte del motor. No sabemos si viene de antes, si es algo nuevo, si tiene que ver con una cosa o con la otra, si es de la transmisión o no. Tampoco sabemos a ciencia cierta si el motor siempre vibró así, si lo notamos ahora que vamos con la escotilla abierta y más revoluciones, si somos unxs paranoicxs, o si somos unxs imprudentes. Algo sí sabemos, tenemos muuucho que aprender…

Guatttt??

El plan es salir mañana temprano para pasar de día por Bahía de Espíritu Santo –donde las guías de navegación dicen que hay muucha corriente y olas confusas-. El combustible está a menos del 75 %, para nada preocupante, sólo prestarle atención. El agua de la bahía está calentita, hay delfines bastante cerca. El plan del día era bajar el dingui para ir al pueblo pero empezó a soplar más fuerte y unas nubes cargadas suenan justo adelante… Nos quedamos.

Movidito moooovidito

Noche difícil, las nubes del sur venían con power. La alarma del viento sonó cuarenta veces. Cada media hora pendientes del ancla, y cada ruidito nos hace saltar (sin hablar del sueño sin descanso y las pesadillas oscuras como la tormenta). Rayos, lluvia, viento. Cuando el viento sube a más de 25 nudos, prendemos el motor para estar listxs por si hubiera que aguantar el ancla con una ayudita. Hay rachas de hasta 38 (esto es, viento a 70 km por hora). El ancla se la ha bancado y este parece ser un buen fondeo, no garreamos. Cuando todo pasa, gratitud y alivio. Pero al ratito vuelve a empezar! Hablamos con Jerome por la radio cada vez que se pone intenso, por suerte a las 6 se hace de día, faltan sólo cuatro horas.

Cara de noche sin dormir
Cara de noche sin dormir 2
Al fin de día

Mates y a pedir el pronóstico de #garmin satelital, para compararlo con el que nos envía nuestro amigo Luqui desde Córdoba, a miles de millas de acá pero viajando con nosotrxs cada día. Es increíble lo importante que se vuelve tener acceso al pronóstico cuando estás navegando. Los mensajes de @lucas.maccio llegan siempre con las primeras luces del día. Gracias a eso (y también a que miramos el cielo) estamos esperando las condiciones propicias para volver a arrancar. Después de la tormenta de anoche, la sensación es “menos mal que no salimos ayer” seguida de un “no saldremos hoy”. A las 10 de la mañana el cielo está limpio y el viento tranquilo. Bajamos el dingui y nos preparamos para dejar el barco. Hay que llevar la basura y comprar provisiones, necesitamos más comida! Salimos rumbo a los manglares de la costa, estamos a casi 2 millas de distancia, da cosita dejar el barco en esta inmensa bahía, pero Jerome lo vigila (ponele).

Nos vamos

Llegamos a una palapa y muelle con casi 80 pangas estacionadas. Se trata de un paseo turístico que sale desde el pueblo hacia los arrecifes cercanos. El camino es bellísimo, desde lejos se huele la vegetación, es un pueblo de arena pero crece el verdor, o quizás es el olorcito a la lluvia que pasó, pero parece un lugar húmedo y fértil, un dejo a selva, pero con mar. Fantaseamos con hacer aquí los talleres de Navegar 100 Mundos, si no fuera que estamos teóricamente fuera de México (ilegales desde hace cinco días) y que vamos rumbo a Guatemala, llegando tarde y en plena temporada de huracanes. Encontramos un mercadito y vamos a por las provisiones: Pan, arroz, harina, carne, galletas, mangos, aguacates, tomates, papas, cebollas y tortillas. En el camino de regreso hay un lugar con wifi y nos comunicamos con la familia que veían el track de nuestro teléfono satelital arriba de la costa y no entendían por qué. Se chocaron la tierra? Preguntaban las hermanas desesperadas! Volvemos al barco que nos espera hermoso en el turquesa del agua clara. Fajitas!! Guacamole!! Volvieron los lujos.

Hace ya una semana que estamos en esta bahía hermosa, hoy toca seguir rumbo al destino. Al fin, cielos y planetas alineados, allá vamos Guatemala! Listxs para salir, nuestro motor no arranca a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. Ay! Cambiamos filtro de combustible y ajustamos correa, que Jerome desde su barco, -mientras juntaba el ancla- nos dice que ese ruido raro es la correa, que hay que ajustarla porque la escucha floja (palabra de mecánmico diésel).

Tatuaje de marinero
Limpiando sentina

Ahora sí, ancla arriba y la proa rumbo al sur, no sin antes salir de la inmensa y baja bahía de Allen, rodeada de arrecifes, viento poco y nada y mucha corriente, tanta que a unas pocas millas Jerome nos dice que así no puede navegar, que la corriente lo lleva a la costa, que quizás tire el ancla por ahí hasta que empiece a soplar. Nosotres con el motor en marcha vamos lento pero vamos. Nos despedimos del amigo con un dejo de culpa y otro poco de impotencia. No podemos remolcarlo, él no quiere usar motor, y nosotres queremos seguir. Nos volveremos a encontrar más adelante, se lo decimos por la radio en un inglés poco claro pero sincero, y nos entendemos.

Motor en marcha todo el día, a las 23hs empezó el viento, apagamos motor y nos aventuramos a nuestra primera noche de navegación a vela de este segundo tramo. Noche tranquila, sin sobresaltos, guardias desordenadas porque el cuerpo está más alerta que cansado, y con el cuerpo alerta no es fácil dormir. Las “confusing waves” de Bahía de Espíritu Santo no fueron peores que las que encontramos llegando a Allen, pero esta vez estábamos preparadxs y esperándolas con todas las ventanas cerradas. Cada tanto la corriente parece darnos una tregua, como si nos deslizáramos en un curso de agua noble que nos acompaña el rumbo. Y después vuelve, esa garra poderosa que te empuja hacia atrás y no perdona. La luna es una aliada, está creciendo y sale temprano. Viaja con nosotrxs y como un farol nos ilumina la ruta casi hasta el amanecer. Nunca desde la tierra firme habíamos sentido tanta gratitud por la luz de la luna.

Amaneció a la altura de la punta norte del Banco Chinchorro, y el vientito soplaba para seguir a vela. A veces el ruido del motor se vuelve insoportable, sobre todo porque dejamos la escotilla abierta para que ventile. Ahí abajo la temperatura es infernal. A la altura de #majagual (México todavía) agarramos un hilo de señal y nos pasamos un par de horas leyendo los 800 mensajes que teníamos y respondiendo a la familia.

Es muy raro no estar comunicadxs. Sentir que de verdad no te enterás de las cosas, que no hay redes sociales, ni virtuales (a las que a veces nos aferramos tanto porque es nuestro modo de estar más cerca). Los momentos de silencio son también de silencio interior. No hay distracciones, no hay alienación posible. Tenemos el ‘aquí y ahora’ y cada uno de los sentidos dando todo su potencial para habitarlo: mirar el cielo, sentir el movimiento de las olas que pasan por debajo, escuchar los ruidos y ruiditos que puedan ser señal de alguna cosa rota, de alguna bomba prendida, de alguna vela que pide mejor trimado, de la hélice girando, de la quilla cortando el agua como una cuchilla filosa de este cascarón de nuez bailando a paso lento con el agua, agua cuyo sitio ocupa… Una danza en la que los bailarines –el barco y las olas- se persiguen, se buscan, se encuentran el pulso, se dejan llevar. Al final, las que guían son las olas, y el barco se deja. Se hizo de noche a la altura de Amberguis Cay… Finalmente: Bienvenidxs a las aguas de Belice! Se viene la noche, seguimos a vela!

«Martes 13, no te cases ni te embarques” pensé en silencio pero no lo dije en voz alta porque esas cosas no se dicen… Creer o navegar. Qué noche difícil! Justo en el ángulo de nuestra proa y extendiéndose hacia el infinito, una tormenta eléctrica de esas que hacen brillar las nubes y encienden el cielo. ‘El mejor momento para tomar rizos es la primera vez que lo pensás’, nos había dicho un marinero y resonó en la noche como una certeza ineludible. La ola es desordenada, incómoda, el cielo adelante una incógnita, y el viento sube a 25 nudos. Pensamos en pegar la vuelta hacia ninguna parte, hacia la dirección opuesta a la tormenta? pero esa opción no garantiza nada. Según los pronósticos, los próximos días serán iguales o peores, hay que meterse adentro del canal de Belice antes de que se venga fuerte. Entonces sí, achicamos trapo, tomamos rizos. No sólo nunca lo habíamos hechos juntxs (aquí la magia de hacer algo juntxs por primera vez no aplica tanto) sino que nunca lo habíamos hecho en nuestro barco. Ponerse al viento con esa ola mientras Diego maniobraba la vela fue algo tremendo. El barco no respondía, era imposible mantener el rumbo, íbamos de un lado al otro en todos los sentidos posibles, el viento aumentaba, yo imaginaba a Diego volando. Esa noche aprendí a mantener el rumbo del barco en una situación absolutamente inestable, lo aprendí después del cuarto intento, mientras Diego ahí arriba lidiaba con la vela. Es increíble cómo funcionan las emociones y el cuerpo en los momentos de miedo. El primer pensamiento es el susto, no voy a poder, no estoy preparada, mejor no lo hago, largo todo acá. Pero cuando es tu compañero el que está ahí arriba luchando con una vela indomable en medio de una tormenta, hay que ser valiente. En el momento de la acción el cuerpo no acepta titubeos. Junto con el susto, viene una responsabilidad y un instinto de supervivencia que se traduce en fortaleza, en potencia, en valentía. Justo ahí es cuando lo lográs, sin darte cuenta.

Una vez estabilizada la situación cambiamos de puesto, le toca a Diego llevar el timón. Ya estamos cansadxs porque es la segunda noche consecutiva de ir todo el tiempo a la rueda. Rutina obliga, cada tanto, revisar que todo esté bien en la sentina antes de echarse a dormir. Nuestra sentina tiene dos bombas de achique, una casi al fondo y otra bastante más alta, que nunca se activa porque jamás el agua llega hasta arriba. Cuando abro para revisarla como quien hace un chequeo de rutina, me encuentro agua hasta el tope y las dos bombas prendidas y bombeando como locas.

La sentina repleta de agua a una altura que nunca antes habíamos visto, o sea: mucha, demasiada, casi llegando al piso del barco, agua que viene de algún lado (por favor que no sea salada!). Vuelvo al timón, Diego corre a hacer las revisaciones más urgentes. Abre la escotilla del cuarto del motor, y comprueba que está seco, alivio. El agua parece venir de la proa. Diego vuelve a abrir la sentina pero las bombas habían hecho su trabajo y ya estaba vacía, con el dedo toca el charco del fondo y prueba su sabor, comprueba que no es agua salada, eso es muyy bueno, pero de dónde viene tanta agua? Diego va al baño y ve todo mojado, descubre que uno de los caños del lavabo se soltó y descargó en el baño toooda el agua dulce de nuestro tanque (casi mil litros), que desde el baño escurrió por sus respectivos canales llegando hasta a la sentina (como debe ser) y ahí estaban, las bombas de achique haciendo su trabajo: sacando afuera del barco toda el agua, y por supuesto, dejándonos sin agua dulce en unos pocos minutos. Con la esperanza de que quedaran aunque sea unos litritos, quisimos apagar las bombas para recuperar algo, pero ya estaba casi toda el agua en el mar. Bomba de achique eficiente= tanque vacío. La buena noticia es que no nos estamos hundiendo. Los rayos siguen en la proa, el viento entre 15 y 20 nudos con rachas de 25, y faltan 6 horas para que amanezca. Ni que fuera martes 13! Pero gracias, porque no era agua salada.

Se hace de día como un regalo, casi como un premio, una tregua después de una larga e interminable noche. Los rayos en la proa no se disiparon completamente, pero la claridad del día hace que se vean menos amenazantes. La luz del día deja ver también lo que quedó de la ventolera. Una raja de 50 cm en la vela mayor, desde el rizo hacia arriba, que hace imposible seguir contando con ella así (al menos sin correr el riesgo de que se abra definitivamente). A Diego se le ocurre que si tomamos el segundo rizo, no perdemos la vela del todo y podemos seguir con la mayor empequeñecida, más las velas de proa. Perderemos quizás un nudo de velocidad, pero al menos tendremos una ayudita. Después de todo, con el café de la mañana estamos segurxs que haber tomado rizos fue una buena decisión -agujero mediante-, costo-beneficio que le dicen.

Ya estamos cerca del Easter Channel, el brazo de entrada que conecta el inmenso mar con las protegidas aguas de #belice. Estar del lado de adentro significa mucho menos ola, y por lo tanto, una navegación más cómoda y rápida con buen viento, también implica esquivar los miles de cayos y cayitos que son la atracción principal de esta parte del Caribe. La entrada fue fácil, es un canal muucho más grande de lo que parecía en los mapas. Una nube cargada de agua nos persiguió todo el camino pero al final se nos adelantó antes de mojarnos. Al fin llegamos a Middle Long Cay, una isla de manglares, de 3 millas de largo, que protege bastante de los vientos del este y noreste. Tiramos el ancla en 16 pies de profundidad, que fue lo más bajo que encontramos estando ya bastante cerca de la costa. Esto se celebra como corresponde: durmiendo! Después de 190 millas náuticas, 2 días, dos noches, un agujero en la vela, 200 galones de agua dulce echados al mar, y cuatro horas después, estamos felizmente ancladxs, a respirar y a dormir! El barco es un caos, todo (incluida la tripulación) huele muy mal pero habrá tiempo para los detalles: estamos bien, estamos más cerca, merecido descanso y lo demás puede esperar.

Amanece en Middle Long Cay, Belize. El cielo está gris por donde se lo mire (que lindo día feo!) Como cada día, probamos por el canal 13 del VHF llamar a nuestro amigo Jerome, que lo dejamos atrás a pocas millas de Punta Allen (México) porque estimamos que con los 25 nudos que soplaron estos días, ya debe estar oliéndonos la popa -«I’m here!…€^:#₩》>¥[♤…¤¥₩fff£…»Se alcanza a escuchar en el radio, todavía con interferencia, pero lo escuchamos, está cerca!

Dudamos entre avanzar unas millas más o esperar acá hasta que se despeje el cielo. Mientras tanto aprovechamos la quietud de estar al ancla para lavar platos (con agua de mar porque nuestro tanque se vació anoche) y para revisar las velas (o lo que queda de ellas) … Dentro del canal nos sentimos más protegidxs, y creemos que, aunque sople fuerte, la ola no debería ser muy alta. Esperamos hasta escuchar mejor a Jerome que ahora está unas millas más cerca y dice que su plan es seguir navegando, decidimos que juntamos el ancla y seguimos viaje.

Parece a propósito, pero siempre que toca tirar o juntar el ancla, empieza el viento Nos vamos con la esperanza de llegar de día a la próxima parada que será, según lo planeado, Sapodilla Lagoon, una laguna que –dicen-es el mejor hueco antihuracanes de todo #belize . Jerome viene unas 5 millas atrás, justo debajo de una inmensa nube negra. Venimos esquivando las tormentas con una especie de suerte de principiantes.

Las primeras millas fueron un placer, volamos. Sin olas molestas y con 13 nudos de viento, el barco va hermoso a 7 nudos de velocidad a pura vela y con la mayor en el segundo rizo porque #agujero. A esta velocidad podemos llegar a Sapodilla de día! Pero una vez más, nuuunca pronostiques tiempo de llegada en el Caribe, porque qué bien se vive, pero todo puede cambiar.

El viento pasó de 20 a 15 y de 15 a 6 y de 6 a 3 con una velocidad inesperada. Llegamos a Sapodilla casi de noche (el tema de la impuntualidad ya es karma). La entrada a la laguna es un pasaje angosto delimitado por boyas, pero solo vamos a dormir una noche y seguir viaje, así que decidimos tirar el ancla a la entrada, antes del estrecho canal, justo en la puerta. Los 150 pies de cadena y un fondeo que sospechábamos de arena son una tranquilidad. Aún así, después de mandarnos a la cama el uno a la otra y viceversa, terminamos dormidxs en el cockpit.

A medida que anochece y se desdibuja el contorno del paisaje, sucede algo que da miedo y fascinación a la vez, miedo a lo que desconocemos, lo que está detrás, lo que pasa debajo, los ruidos lejanos, los cercanos. El agua parece correr como un río, la noche es profunda y las estrellas iluminan. Al amanecer, la claridad del sol le devuelve a las formas oscuras su forma diurna, se enciende la luz de sala para la escenografía de la noche, y los monstruos se van a dormir.

Desayunamos mate y nos preparamos para salir. Luego de preparar el barco para el zarandeo por venir, arrancamos el motor y pusimos proa al SE siguiendo la ruta que Diego había trazado para las siguientes 45 sinuosas millas.

Justo cuando estábamos subiendo el ancla, un chaparrón de esos que se ven en las pelis y parecen exagerados y de mentirita, nos cayó encima. No estuvo mal, hacía días que no nos bañábamos con agua dulce.

Levantar nuestra diezmada mayor no fue difícil con tan poca superficie vélica, si no fuera que el viento rápidamente subió a 25 nudos con rachas de 38. Qué geminiano es el caribe beliceño! Ceci al timón intentaba mantener el rumbo (esta vez con más experiencia y calma) entre olas que pasaron rápidamente los 2 mts de altura, mientras Diego trimaba solo algunas vueltas de la backsail. En silencio, pensábamos que aún podíamos volver a resguardarnos en la laguna que de azul no tenía nada.

Calculamos que si el día era igual al anterior, sería súper ventoso hasta una o dos horas después de la salida del sol. Y así fue. El viento bajó de fuertísimo a sólo fuerte, pero pronto llegó el momento de cambiar el rumbo al sudeste y de abrirse paso entre los innumerables bajos frente a las costas de #placencia, lo que significaba recibir las desordenadas olas por nuestro través, y aleta…

Nos complicaban cuando íbamos a 7 nudos, y fueron insoportables cuando el viento aflojó y la cascarita de nuez se bamboleaba entre olas a sólo 2 nudos. Un barco pesadito como el nuestro, se alimenta de viento. Lo que para un barco ligero puede ser una hermosa navegación tranquila, para nosotrxs puede ser una tortura, porque con mucha ola y nada de viento, el barco no navega, el barco se zarandea!. Por el contrario, no sabemos cómo se las hubiera arreglado un barco liviano en los 30 nudos de la noche anterior en la que tomamos sólo un rizo y aunque nos movimos mucho, nunca sentimos que el viento y las olas podían llegar a tumbarnos ni mucho menos.

Tooodo se trata de elegir el barco en función de los planes y de adaptar las decisiones a los compromisos del mismo (con #paciencia y #flexibilidad, las dos reglas de oro de la vida a bordo según @tantasilvia )~Porque hay un barco para cada situación, pero unx tiene uno solo, entonces hay que jugar con las variables. Si el tuyo es pesado, no salgas con poco viento y mucha ola porque será un parque de diversiones.

Pero estábamos en Belize, y como no hicimos una entrada formal al país debíamos navegar sus aguas sin detenernos…Así fue que para llegar de día donde pasaríamos la noche y no «cocktelear» incomodamente tocó prender motor. Se hizo la tarde y el cielo se puso naranja. El compás marcaba 225° y terminábamos de rodear la Punta Negra del Payne’s Creek National Park, cuando por fin empezamos a ver la entrada de nuestro próximo destino: …New Heaven….

Belice desde el agua: bordeamos los famosos cayos, como #colsoncay o #pelicancay y luego de navegar todo el día, finalmente empezamos a ver el perfil del esperado New Heaven, con los dorados rayos de la tarde.

Diego al timón siguiendo la ruta que trazó la noche anterior, Ceci enfrentando con valentía su temor a los fondos bajos. Allí estábamos, en la mismísima puerta de entrada al paraíso, ‘Heaven… im in heaven» cantaba ella evitando mirar el profundímetro para no alterar/se/nos, mientras despacito y ronroneando nuestra casita flotante se adentraba en un bellísimo y protegido útero verde y tropical.

Estamos ancladxs en una pequeña bahía..SOLOS! Ahora sí: Silencio… Papagayos. Atardecer. Todo parece indicar que lo estamos logrando. Una sensación de gratitud nos desborda.

En la noche, la luna hizo otra de sus espectaculares apariciones. Nuestra bahía protectora nos protege del viento en todas las direcciones menos desde el sudoeste. Cada vez que anclamos marcamos en el plotter la posición del ancla y luego un círculo de giro posible en función de la cadena liberada. Eso pone al barco en el centro de un área de giro delimitada y si por efecto del viento, corriente o lo que fuera, sobrepasamos esa línea, significa que estamos garreando, o sea, que el ancla no se ha clavado correctamente. Para no estar pendientes toda la noche, ponemos las alarmas de tres dispositivos, paranoico quién?

Una de garreo. Otra si la velocidad del viento supera los 25 nudos. Y otra de profundidad, por si eventualmente dentro de nuestro círculo hay alguna zona poco profunda. Esto es una tranquilidad porque si alguna de esas tres cosas sucede, un estruendoso ringtone nos despertará, mientras tanto, a soñar.

Comimos un delicious arroz con carne y nos tomamos un merecido vino en honor a nuestra nueva proeza. El viento sopló desde todas las direcciones esa noche, y nos amenazaron tormentas eléctricas que finalmente no llegaron. Dulces los sueños de luna llena en el nuevo paraíso.

Buen día New Heaven! Cuánta vida en este rincón escondido!

El primero en despertar siempre es Diego, calienta agua para el mate y comienza a trazar la ruta hacia el próximo destino. Para eso considera primero si el viento será suficiente para las millas a recorrer y poder hacer la etapa de día.

Va trazando las líneas de la ruta evitando los peligros y zonas bajas (hay muchas islas chiquitas y desembocaduras de ríos)También considera los ángulos convenientes para una mejornavegación del barco en función de la dirección del viento pronosticada. Tempranito empiezan a sonar los mensajes que nuestro amigo @lucas.maccio va enviando al Inrich con la meteo para la zona, información con la que contamos para decidir si nos movemos o si es mejor demorar la salida. El cielo parece estar amable para un poco de descanso y nosotrxs agradecidos. Decidimos que nos tomamos el día para disfrutar de este paraíso.

Aprovechamos el agua de lluvia para cargar aunque sea un poquito nuestro tanque vacío. Matecito a la cama para la dormilona del grupo que siempre se despierta sonriendo y contando sueños dignos de películas de misterio, y muchas veces hace actuar en ellos a personas a quién extraña mucho, mezclando tiempos, espacios y personajes sin ningún conflicto. Navegar inspira…

La buena vida: pancitos caseros y un buen baño en la bahía más linda de toda la travesía, la sensación de libertad, la soledad, la naturaleza sonando y vibrando con toda su potencia. Perfecto para ir a explorar!!

Bajamos el dingui y nos vamos a tierra mientras nuestra casita nos espera flotando en el mágico verdeazulado del mar… Gracias Pacha por tu generosidad y tu belleza, por cuidarnos, por regalarnos tanto color.

Heaven…i’m in heaven!…Los pájaros celebrando la vida le pusieron música al paraíso, la banda de sonido perfecta para este mágico escenario. A media mañana bajamos el dingui y remamos hacia la costa donde se veía un pequeño y derrumbado muelle. Al llegar descubrimos que la selva y el tiempo habían acabado con cualquier vestigio de sendero que pudiera haber existido. Jumanji un poroto.

El impenetrable tejido de plantas nos impidió dar más de cinco pasos. Selva, real, salvaje y sin humanos. Remamos unos 400 metros más, donde parecía haber una construcción, o lo que quedaba de ella. La vegetación es increíble, palmeras, enredaderas, orquídeas! Intentamos ir al otro lado de la isla donde al parecer había una laguna (y en el mapa se veía como una feta muuy angosta), pero imposible. Llegó un momento en el cuál ya no se podía pasar. El viento subió un poco y decidimos regresar al barco antes de que se hiciera imposible remar. Esa noche la luna hizo su show una vez más, salida de un cuento irreal de las mil y una noches, parecía mirarnos y hasta perseguirnos.

Nos gusta este lugar… nos quedamos? No estaría mal pero… a dormir que pronto nos toca el último tramo… Guatemala allá vamos!! .

Ya casiiii… Quedaban sólo 20 millas hasta Cabo 3 Puntas, Guatemala y amaneció con poco viento. Aun así decidimos salir a media mañana. El ancla salió llena de un hermoooso barro que hay que limpiar rápido o podríamos tener un molde de ancla de barro casi perfecto, daban ganas de embadurnarse!

Apenas saliendo casi nos cae un rayo porque #climacaribe pero dos horas después seguíamos a motor y las velas gualdrapeaban desconsoladas. A mitad del recorrido encontramos enoormes superficies de sargazo, y para evitar que tapen los filtros de agua, apagamos el motor y las atravesamos con el ínfimo impulso que le daban a las velas los 2 nudos de viento.

A lo lejos empezaron a aparecer las altas montañas de la costa de Guatemala y una marcación nos confirmaba que la más alta que veíamos, era efectivamente la mismísima entrada a nuestro destino: el Río Dulce… iujuuuuuuu…Allá vamos!~10 millas antes de la bahía donde anclaríamos comenzó a soplar el viento que habíamos estado esperando todo el día. Siempre es así… Apagamos motor y con nuestra pobrecita mayor en su segundo rizo, y media genoa, volamos a 7 nudos, con un atardecer raro y nuevo sobre el contorno de las montañas, y grandes buques de carga que entraban y salían de la bahía de Amatique, en el Golfo de Honduras.

Nuestro pirata amuleto (que vino con el barco y en el barco se queda) guía el rumbo con el ojo que le queda desde el mástil. Sospechamos que es el verdadero capitán. Así llegamos al primer fondeo en tierras #guatemaltecas… Por supuesto, anclado en medio de la bahía, nos esperaba Jerome.

Hasta que llegó el esperado día. Meses consultando foros y relatos de navegantes, tratando de encontrar información más o menos clara sobre el temido banco de arena a la entrada de #livingson. Salimos de 3 Puntas unos 40 minutos más tarde que Jerome, que planeaba cruzar el bajo a vela, decía que si se iba a quedar varado, mejor estar navegando a vela que a motor. La cita con la marea alta era entre las 10 y las 10:30. Aún algo confundidxs con el horario y las tres tablas de marea de distintas fuentes que por supuesto no coincidían, salimos como a las 9, esperando que el viento ayudara para llegar a tiempo.

La navegación fue tranquila, con la ansiedad en silencio de quienes saben que está por venir el momento casi más pensado, estudiado y quizás el más temido de este viaje: cruzar el bendito ‘sandbar’. Lo quée?? El sandbar no es más que acumulación de arena, allí desagota el caudaloso río, y se extiende por aproximadamente media milla justo en medio del canal de entrada a Livingston, ciudad puerto por la que se ingresa a Guatemala, donde se hacen los papeles y se sellan los pasaportes y esas cosas. Pero además, es la única entrada posible al Río Dulce, destino final de nuestra travesía. No hay otra opción. Sabíamos que tendríamos que pasar por allí y sabíamos que con nuestros 7 pies de calado (googleen, ya dijimos 20 veces qué es el calado ) íbamos a necesitar ayuda pues -pequeño detalle- en el bajo la profundidad máxima es de 5 pies.

Los que se animan a la pirueta náutica que haremos, y que tienen un calado superior a 5 pies, lo hacen con la marea alta (que con toooda la luna llena del mundo, te regala a veces hasta 2 pies de yapa). Pero nuestra travesía se demoró y nos perdimos el día de la marea más alta, la luna empieza a menguar, y según nuestra tabla de mareas tendríamos apenas 1 pie más de calado, es decir, 6… En el mejor de los casos, para pasar sin ayuda, nos estaría faltando un pié. Entonces? Nos quedaremos varados o lograremos pasar por el bajo de arena?A qué le llamamos «pirueta náutica»?

El camino de entrada al río no está señalizado más que por una gran boya roja. Solo una, just one. Intentamos hablar por radio con el agente de migración pero algo pasaba con la señal de VHF y estuvimos 15 minutos dando vueltas en 9 pies de profundidad, esperando que alguien nos copie y nos responda.

El único que nos respondió fue Jerome, que ya del otro lado de la vida aconsejaba que siguieramos adelante y que si nos quedábamos varados, el bote de un tal Héctor iría a nuestro rescate. O sea: que apuntáramos la proa directo a la arena y una vez varadxs, sin entrar en pánico y con toda nuestra quilla hundida, llamemos por la radio a un Héctor, que por cierto no recibía nuestra frecuenciaaa. Después de unos cuantos intentos de comunicación, seguíamos flotando alrededor de la boya y Jerome decía por radio que nos preocupamos demasiado, al fin llegó Héctor y su tripulación.

Héctor ayuda a cruzar por el banco de arena a cientos de barcos que cada año deciden refugiase de los huracanes en el río, tanto a los que calan más de 5 pies como a los que calan menos pero van por un camino equivocado y terminan en la arena. Cómo funciona? Héctor ata un cabo a la punta del mástil, se aleja con su barco y se lleva la otra punta del cabo, y paralelo a tu velero va avanzando mientras tira de su cabo hasta inclinar tu barco para poder pasar por la arena…•»Que no te de pena, dale derecho hacia la entrada al río, vamos despacio, no pasa nada”.

Diego al timón con mucha confianza, yo tratando de enfrentar con poca confianza mi peor temor de esta vida marinera: tocar el fondo. Cuando el profundímetro marcó 7, Héctor empezó a tirar del cabo y nuestro hermosa casa comenzó a inclinarse mientras se deslizaba por la arena, como una foca gigante, a menos de 5,5 pies.

Así unos minutos (una eternidad?) hasta que poco a poco empezamos a salir del pantano. Héctor del otro lado aflojó el cabo, nuestro barco se adrizó otra vez. El profundímetro volvió a 7, 7,5, 8, 8,5… ya está. Estamos otra vez flotando y libres de la arena. Lo hicimos! Llegamos a Livingston!

Ahora sí, oficialmente en tierrita Guatemalteca. El amigo Héctor nos guío hasta la oficina de Raúl, el agente de migraciones con quién hicimos todos los trámites de ingreso al país, nuestro ingreso y el del barco: -permiso de navegación-sellado de pasaportes-revisar último zarpe (de México)-etc etc. Todo muy operativo y sencillo. Por supuesto que habíamos llevado los papeles bien ordenaditos y ya sabíamos todo lo que teníamos que presentar porque hicimos la tarea y porque #cecitieneunamamámaestraysecretaria.

En el tiempo que Raúl preparaba nuestros papeles, dimos una vuelta por Livingston. Ay qué pueblo más hermoso! Una energía muy caribeee. Y aunque no es una isla, sólo se llega por agua. La presencia de la cultura #garifuna le da identidad y diversidad cultural al pueblo y al país entero, pero en este pueblo nace.

Livingston es alegre, colorido, musical y danzante. Hace 218 años que la etnia garífuna llegó a Guatemala, descendientes y descendientas de náufragxs que habían escapado de barcos esclavistas y llegaron a las islas #sanvicenteylasgranadinas en mil seiscientos y algo, luego fueron deportadxs por los ingleses en alguna de sus invasiones, #queraro. Mezcla pluricultural del África Occidental y de ancestros caribes-arahuacos, a pesar de las amenazas sucesivas de la esclavitud, la colonización, la guerra y la deportación, el pueblo garifuna es un ejemplo fascinante de lucha y resistencia centroamericana.

Pasaportes listos, y volvemoa al barco! Levantamos ancla y nos adentramos en el famoso y añorado cañon del Río Dulce, Jerome va adelante… se abre el telón…la selva nos espera…

No es simple expresar lo que sentimos a medida que nos fuimos metiendo entre las montañas selváticas del Río Dulce. Al navegar por el mar unx puede observar que el horizonte es una línea continua de 360 grados a la que nunca se llega. Luego de un cierto tiempo, ese infinito eventualmente se convierte en el destino, pero mientras tanto la ruta es una carretera imaginaria que se traza y puede estar aquí o 5 km más allá. Navegar por un río es seguir un caminito, en este caso entre árboles gigantes de los que cuelgan lianas y manojos de orquídeas, donde sombras espesas cobijan el musgo y los helechos con formas y tamaños como habrán sido en el paleozoico, y el olor a tierra húmeda y dulce luego de tanta sal es…surreal.

Con el motor ronroneando como un gato, a pocos metros de las plantas y suspirando ante pájaros que presumían sus verdes brillantes, sus naranjas, mientras volaban por aquí y por allá, fuimos despacito entrando en la Guatemala de los sueños.

El gran cañón del río serpentea por 15 km desde Livingston hasta El Golfete (un gran ensanchamiento de sus orillas, como si fuera un lago). Los dos barcos remontaban las verdes aguas a contracorriente, por radio y gestos compartíamos con Jerome las emociones ante cada nueva maravilla.

Atardecía y entrábamos a #elgolfete con la acaramelada luz del sol tipo Discovery, y como para hacerla completita, a contraluz los pescadores en sus cayucos tiraban sus redes. Pronto oscurecería, aún teníamos cerca de 20 km antes de llegar al poblado del Río Dulce, nuestro destino final. Buscamos refugio en la pequeña bahía de Cayo Quemado y allí dejamos caer nuestra ancla. Con la última luz y un festival de relámpagos mudos nos sentamos en el cockpit a dejarnos hipnotizar por el vaivén de la olita del río, al compás de un coro de grillos guatemaltecos. El día terminaría con una improvisada pasta para tres en nuestro barco. Teníamos muchos motivos para festejar, así que abrimos el último vino. Faltaba muy poco, lo estábamos consiguiendo, y al mismo tiempo, empezábamos a desear que el viaje nunca termine.

En el cielo aún se veían las estrellas más brillantes y nuestra pequeña bahía de Cayo Quemado parecía un paisaje en blanco y negro. Amanecía. Los pájaros empezaban a hablar en su idioma y mientras se calentaba el agua pal mate un señor pasó cerca del barco, remando silencioso en su cayuco de madera, acariciaba el agua con los remos. El festival de relámpagos de la noche fue sólo una bienvenida, la lluvia apareció recién hoy para regalarnos el arcoiris más bello que hayamos visto.

Desayunamos sin apuro, mirando “el documental” en vivo y en directo, mientras respirábamos hondo. Antes del mediodía decidimos partir rumbo al destino final, pero una vez más el motor hizo caprichos y a cambio recibió una purgada de aire en el combustible que nunca olvidará en su inflamable vida.

A la voz de “Aura” arrancó la caravana de barcos proa al poniente, en un Golfete de aguas claras, verdosas y una brisa que invitaba a abrir las velas y seguir jugando a los piratas. El gran Golfete se convirtió en un río de 200 a 500 metros de orilla a orilla, algunas casitas modestas y pequeñas hosterías. En cada una se ven amarrados botes o cayucos. Las montañas aparecían a lo lejos y a medida que atardecía iban trocando el verde por los azules. Montañas camaleones, como la luna que nos sigue en el cielo, fueron remontando junto a nosotrxs este río maravilloso, para terminar siendo la espalda misma de Río Dulce, o su verdadero nombre ‘Frontera’, nuestro destino final.

Estábamos tan emocionadxs que no cabíamos en nuestros cuerpos. Pudimos ver el famoso puente de #riodulce, el más grande de Guatemala, que cruza el río de Este a Oeste y entra en el mismísimo centro del pueblo. Dimos una vuelta por la gran bahía y anclamos en 4 metros de profundidad. Apagamos el motor y nos sentamos en el cockpit con una cerveza cada unx. Atardecer naranja. Suspiros, exagerados suspiros. Estuvimos un rato en silencio. Llegamos. Los cuerpos llegan, el barco, pero a las almas hay que darles un rato, ellas tienen otros tiempos, son cautelosas, al disfrute lo beben de a sorbitos.