la florida resistencia

Sirenas en la ciudad que hierve. Es de noche y en la playa de este walmart que no duerme sólo quedan dos o tres autos de desvelados y desveladas que a las cuatro de la mañana entran a comprar algo fresco y se van con un helado y un pantalla plana de 45 pulgadas. Están también los autos de repositores y cajeras del turno noche. La VanEsa a mil grados como el asfalto, y nuestro ventiladorcito ronronea y se esfuerza por hacernos conciliar el sueño.

La VanEsa durmiendo en un Walmart.

Las playas de algunos walmart albergan a viajeres ocasionales como nosotrxs, y también a pequeñas familias que parecieran haber perdido sus hogares y trabajos e intentan seguir con sus vidas en sus autos o utilitarios, camuflando lo cotidiano detrás de vidrios polarizados, comiendo chatarra y usando el walmart de refrigerador y de baño: una de las contracaras de este país repleto de excluidos y excluidas que escupe el sistema. Y aunque tardamos en verles porque los ruidos, porque las luces, porque los autos, porque todo está cálidamente calculado para que nadie les vea, están ahí. Poca gente caminando, más autos que personas, todo a un ritmo acelerado y huyendo del calor… Pero acá nomás, tras el cemento y las banderas: las personas, un poco alienadas por el ritmo loco de un Miami lleno de turistas y de comunidades latinas que parecen hacer gueto, nido, cuchita, caparazón.

Empezamos a entender que estos estacionamientos también cobijan a otro tipo de personajes, los innombrables, esos que se han quedado tan afuera que no entran en ninguna de las categorías que los gobiernos inventan para nombrar la locura, la rebeldía, el hartazgo, la ausencia, el abandono. Vamos adivinando sus motivaciones por los rastros que dejan en misteriosas y pequeñas rutinas, queriendo entender desde nuestro mirar ajeno, todo lo inexplicable del mundo… Una mujer que duerme cada noche en su auto modelo ochenta (eso acá es casi una reliquia) -con la pintura quemada por el sol, los vidrios a medio cerrar y el techo lleno de bolsas con ropa- a las siete de la mañana se lava la cara y se maquilla en el espejito del auto para llegar quién sabe a dónde, al trabajo? El pibe que a la medianoche camina sin hacer ruido ni sombra, arroja su mochila dentro del contenedor de las donaciones de cáritas y después de mirar para todos lados -asegurándose de que nadie lo vea- pega un salto metiéndose adentro él también…Duerme ahí? El ex empleado de walmart que en medio de la noche aparece por la playa y se pone a jugar con los carritos, sí, a jugar. La mujer que con una carta en la mano les da el sermón de su vida a los cuatro adolescentes que se estaban yendo en auto a escapar de vaya a saber qué culpa o qué tortura. Los viejos borrachos de siempre que se encuentran a festejar el olvido tirados en el pasto. Las tres mujeres negras gritando enfurecidas contra los negocios que venden donas, contra el cielo y contra los autos que pasan, todo un drama en solitario –porque la gente no las mira, no hay público- hasta que viene un police man y ellas se tranquilizan, el policía se aleja y el show vuelve a empezar. Las tres mujeres, las tres negras. No existen las casualidades, existen los sujetos históricamente oprimidos que a puro vómito y cachetada van denunciando la hipocresía del mundo. Y nosotrxs nos creíamos tan afuera por vivir en una camioneta.

Personajes del mundo
La policía, las paredes, la calle. Wynwood, FL.

Presenciamos modos improvisados y salvajes de sobrevivir a esta ciudad. Entendemos que para muchxs se trata sólo de sobrevivir, no hay tiempo para lo demás. Un poco como la fauna urbana, otra expresión de resistencia: la mamá pata y sus patitos viviendo en el mismo estacionamiento, el pichón caído del nido que tiene suerte porque alguien lo acerca a su mamá, las ardillas y los pájaros que encuentran un modo de hacerse lugar en las lagunas artificiales, los mapaches que comparten bosque con los gatos rengos, y tienen suerte de que una señora de ochenta les lleva agua y alimento balanceado todos los días, a la misma hora en el mismo lugar.

Familia de patitos en el estacionamiento del Walmart, pleno Miami.
Estacionamiento de Cracker Barrel Old Country, Orange Park, Jacksonville, FL. USA
San Petesburgo, FL. Estados Unidos

Así, la resistencia de la Pacha es parecida a la de las personas, porque en todas las resistencias siempre hay los otros, las otras, les que resisten una causa ajena, les que pierden el tiempo en mirar más allá de acá nomás. Sino no se sobrevive, no en el mundo del cemento, no en medio de una tierra envenenada, no en el reino de la virtualidad, no acá ni allá. Pero siempre hay otras, siempre hay otros, a nosotrxs nos atraen y nos inquietan esos otres, somos extranjerxs en una tierra de extranjerxs, hay que buscar bien antes de encontrar a alguien que te dé un abrazo o te mire a los ojos, pero después de un rato, si se insiste en la búsqueda, si se redobla el intento, se empieza a ver lo que parece invisible -que no es igual invisible que invisibilizado- y aparece el mundo de les otres, el que no le pertenece a ningún lenguaje ni a ningún presidente, el mundo de lxs nadies: “los hijos de nadie, los dueños de nada…los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos”, Galeano for export. Y así es como en estas noches en este mundo, a veces soñamos lindo, y a veces realidad y monstruo. Hasta que amanece…

Desayuno en la VanEsa

-Quién quiere desayunar…? Pregunta el que primero se despierta (o sea Diego).

-Yoooooooooooo….!!!- respuesta ritual de los buenos días.

Y así empiezan a desperezarse la vanEsa y sus intrépidos y lagañosos tripulantes. Así empiezan nuestros aventureros días. Con un mate y buscando la sombra. El viaje comenzó.

Luego de haber puesto linda la cucha con ruedas y de arreglarle varias cosas, empezamos a viajar por la costa oeste de la Florida. Con una lista laaarga de barcos para ver y citas con brokers que nos harían el respectivo chamuyo. Estos simpáticos vendedores de dientes blancos abren grandes los ojos cuando se enteran de nuestras locas ideas de ir más allá de Bahamas, y exclaman -sospechamos que sin saber exactamente dónde queda-: “Oh, y volverán a Aryentina navegandou…?”

Buscando casita, viendo barcos, y barcos, y barcos
Las olas y el viento sucundun sucundun
Fort Myers Beach, FL Estados Unidos
Tabla de mareas. Fort Myers Beach, FL.
Clearwater, FL Estados Unidos
Nos gustaron los colores de la cadena de anclas. Pintó selfie.

Lo cierto es que después de cuatro años de soñar con barcos y haber aprendido bastante con todas las cosas que nos leímos, para poder compararlos y establecer un criterio de ventajas y desventajas, nos tocó profundizar en temas como motores, radares, instalaciones eléctricas, tanques de combustibles, etc. Hay que decir que lo no negociable es que el barquito tenga espacio suficiente para nuestras visitas…la familia que sigue el minuto a minuto de esta aventura y les amigues del alma que extrañamos ya mucho y lxs queremos a todxs acá. Entonces, la lista de prioridades: grande pa que entren todes, duro pa que se la banque, con todas las velas pa que vaya lejos, completo pa que sea seguro, bonito pa que sea bonito, barato pa que nos alcance. Ta fácil.

Barcos barcos barcos
Barcos Barcos Barcos
Uno que enamora
Barcos barcos barcos
Alegría estrés emoción ansiedad alegría susto alegría barcos barcos barcos

También fuimos para la costa este. Desde Miami subimos y bajamos varias veces en el último mes. Hacia el norte, siguiendo la agenda de nuestras citas, conocimos Fort Pierce, Merrit Island, Cabo Cañaveral –pero no vimos ningún cohete-, Jacksonville, Green Cove Spring, y la española y colonial ciudad de San Agustín que nos enamoró, dicen que es la más antigua del país y ahí está todavía –un poco chueca pero en pie- la primera escuela de Estados Unidos, hermoso pueblo con un centro histórico casi de cuentos, y mucha música que nos deleitó en cada callecita, con ese que se yo de los pueblos musicales que todavía caminan sobre adoquines.

San Agustín, FL. USA
La escuela de madera más antigua de Estados Unidos, San Agustin, FL.
Diego mirando al sudeste, San Agustín.

Los viajes y las vueltas nos llevaron hasta Brunswick (en el estado de Georgia) donde además de llegar a nuestra cita pactada hicimos lo que venimos haciendo desde hace rato: Investigar sobre las marinas existentes en la zona y -a pesar de los cartelitos que advierten que NO podemos entrar si no somos dueños o invitados- entramos igual e intentamos hablar con la gente que vive en sus barcos, conseguir el teléfono de los dueños, o que una cosa lleve a la otra y encontremos algún barco que no aparece en internet.

Mientras la búsqueda sigue, el calor parece ir calmando su furia, escribimos este relato desde Winter Park, una ciudad en el interior de la Florida, cerquita de Orlando, exactamente desde la casa de Roger, un brasilero que conocimos anoche, amigo de Jim, un nicaragüense que conocimos hace tres días, amigo de Mecha, una cabanense que conocimos hace varios años y que ahora vive en alguna de las islas de España. Y así las redes se van tejiendo. Roger nos presta su casa generosamente para que podamos terminar nuestros teatritos, así que agradeciendo el aire acondicionado, el baño y la compañía amorosa de su perro Rossi, dejamos a Vanesa en el sol del parking y nos vinimos a dar la buena vida por un rato.

Rossi Rossi

Anoche Roger nos preguntaba si no nos daba miedo la idea de vivir en un barco, se quedó medio sorprendido cuando le dijimos que sí. Pero qué es el miedo sino el deseo cuando le falta un empujoncito? Acá estamos, con la ansiedad alborotada y la búsqueda que rueda, en movimiento, ardiendo en preguntas, siempre hacia la libertad.

En movimiento