la mar en coche

Aquí y ahora, nosotrxs. Inaugurando este puñado de palabras para el encuentro, para compartirles la aventura, el cotidiano, cosas que nos pasan, algunos pensamientos desordenados, lo aprendido, lo incierto y todas las ilusiones que llevamos de equipaje. Viajan con nosotrxs los mensajes y preguntas de las niñas y los niños de Los Algarrobos, para encontrarse con la mirada de otras niñas y otros niños, y en ese encuentro tejer juntxs una red de mundos posibles, de mundos por reinventar.

En la Escuela Víctor Mercante, Los Algarrobos, Traslasierra Córdoba Argentina.

Llegamos a Florida hace un mes y la mitad de otro, después de un análisis largo y vueltero -pero puntilloso y muy estudiado- decidimos que era el mejor lugar para comprar un barco (considerando que el barco tenía que estar de este lado del charco y lo más cerca posible del Caribe, donde queremos empezar a navegar y llevar de aquí pa iá los talleres de Navegar 100 Mundos).

La llegada a la tierra del tío Sam fue hostil, guelcom to américa versión Trump. No es tan fácil –y mucho menos en inglés- explicar a los oficiales de aduana que esas dos valijas con maderas, piezas raras, cables y mecanismos, son nuestros hermosos y mágicos teatros en miniatura desarmados. Después de unas cuantas vueltas, cuestionarios, actuaciones estelares y un poco de circo, pasen nomás.

Miami, Florida, Estados Unidos.
En el colectivo del aeropuerto, caras de recién llegadxs y pocas horas de sueño.

Pero calma que no todo empieza en el aeropuerto, empieza mucho antes, justo en el lugar donde nacen los sueños, ahí cuando el presente se ensancha…Hace más de cuatro años que soñamos con vivir en un barco y navegar por el mundo, desde entonces hemos movido tantas veces la fecha de los almanaques, mientras que la tierra firme y las montañas que fueron nuestro hogar, parecían ponernos desafíos imposibles. “Conozco a pocas personas tan arraigadas a la tierra como ustedes, con tantas cositas que son propias de la tierra” me decía una amiga mientras yo le contaba nuestros sueños de mar. Y claro: seis perros, una casa desbordante de objetos, nuestras familias tan lindas que a unx le cuesta alejárseles, amigas y amigos que son parte del paisaje, del día a día, vecinxs, compañerxs con quiénes además trabajamos, soñamos, compartimos la vida, las luchas, las búsquedas; después nuestros trabajos, esos espacios también construidos con esfuerzo, tiempo y dedicación, dejarlos así? en un momento en el que dejar un trabajo en Argentina es un poco un lujo, un poco un insulto.

Invierno. Algún lugar entre Córdoba y La Rioja, Argentina

Entonces… frente a nosotrxs aquél presente, la contradicción entre siempre alimentar los sueños y no vivir sólo del futuro, querer ser felices en presente simple y hacer cosas para eso: proyectos, viajes, canciones, río, pan y mermelada, milanesa y huevo frito, la vida, todo lo hermoso de esos días elegidos y esas raíces en expansión que nos hicieron crecer en nuestro pedacito de tierra. Y las tristezas profundas también, que la vida te las pone ahí porque es así como se te fortalece el espíritu. Todo eso junto, todo al mismo tiempo, pasando un ratito antes de irnos.Hay que decir que aunque parezca que se trata de tomar la decisión y animarse, concretar el irnos no fue para nosotrxs como lo cuentan en los blogs de viajes, fue menos disney, fue más difícil, mucho trabajo de desapego, y muuucho trabajo concreto para poder dejar en orden lo que no queremos que les quede hecho un lío a lxs amigxs y a la familia.Y con tanto pasando, un ratito antes de irnos, todo lo que parecía imposible se despejó como se despejan los cielos acá después de un tormentón, casi sin darnos cuenta.

Armando mochilas. Unquillo, Córdoba Argentina.

Así fue como en los últimos tres meses hicimos la aventura más grande de nuestras vidas, que nunca hubiera sido posible sin todo ese amor compañero que tanto nos costó soltar: logramos dejar una casa enorme, hermosa y lista para sus nuevxs habitantes, conseguimos los mejores hogares para los perritos, regalamos todas las cosas que no necesitábamos, vendimos todo lo que nos podía dar algunos pesos, hicimos una rifa maravillosa -que terminó en un fiestón de despedida épico- armamos las mochilas, pusimos nuestros instrumentos en sus estuches, los teatritos en sus valijotas, las fotos en las memorias y los tesoritos en sus guaridas, rompimos el chanchito, vivimos casi un mes en la casa de una amiga, y nos fuimos.

Aeropuerto de Fort Lauderdale, Florida, Estados Unidos.

Llegamos a Miami después de unos días de descanso con la familia que fueron una burbuja de paz entre todo lo que dejamos atrás y el salto al vacío que estábamos por dar. Y de repente, el temita en el aeropuerto: que sí que no, que al final se dieron cuenta que somos inofensivxs y que a la idea loca y peligrosa de cambiar el mundo no la podían ver en ningún escáner. Una vez aquí, nos tomó un par de días caer en la cuenta de que habíamos venido sin NINGÚN plan más que el de comprar un barco, repararlo e irnos a navegar 100 mundos, pero todo lo que ocurriría entre la llegada y la compra del barco parecía imposiiible de organizar desde Unquillo -con todo lo que había que hacer antes de irse- y nos conformamos con el titular, que entraba todo en un renglón: “Llegamos, nos compramos una camioneta y empezamos a viajar buscando barco”.

Fort Lauderdale, Florida Estados Unidos.
La playa, Clearwater. Florida, Estados Unidos.
Laundry time!!! en algún barrio de Miami Florida, Estados Unidos.
Almuerzo de lujo, Miami Florida, Estados Unidos.
Winwood, Miami FL, Estados Unidos
Puesto de frutas. Miami Beach, FL Estados Unidos
Charla de amigas, Miami Beach, FL. USA
Brownsville, FL Estados Unidos

Y en eso estamos, ahora sí, aquí y ahora. Por medio de una amiga de una amiga conocimos a Rubén, un argentino arrepentido que vive en Miami desde hace cuatro años y no habla una palabra de inglés, le decimos “El máster”, porque es un personaje maestro. Rubén vende autos, parece que acá el negocio de la venta de autos usados funciona (hay más autos que personas). Nos ofreció llevarnos a la subasta, lugar al que sólo los vendedores de autos tienen acceso, a no ser que un Rubén te habilite la credencial. Ir a una subasta es una experiencia divertidísima, si es que no es unx quien tiene que comprar un auto ahí.

La subasta. Hollywood, FL, Estados Unidos

Casi sin saber qué elegíamos, nos quedamos con una Chevrolet Express modelo 2004, con unas 148 mil millas sobre sus ruedas, que había sido usada como transporte escolar -detalle delatado por los miles de papeles de golosinas, latas, galletitas, chicles y cucarachas que sacamos del interior de sus partes el día que la limpiamos-. Le estuvimos diciendo “la camioneta” durante un par de días hasta que nos pareció que era hora de ponerle nombre y la bautizamos por unanimidad en un solemne acto, se llama “La VanEsa”.

La Vanesa tirando facha, estacionada en Hallandale Beach, FL, Estados Unidos

Desde entonces todo ha sido armarnos la cucha: Colchón, sábanas, almohadas, anafe, garrafa, olla, olla pequeña para el mate, linterna, encendedor, detergente, balde, bidón, jabón, champú, cuchillo y tenedor. Y con el correr de los días pasamos de lo esencial a lo importante: ventilador, heladerita, hielo, cerveza (no nos juzguen que acá es verano y vivimos adentro de una lata blanca -con ventanitas y unas cortinas divinas- pero una lata al fin).

Lo esencial.
Home-office desde La VanEsa, Mimi, FL.
Taller y desayuno en el storage, Miami FL.
En algún estacionamiento orgulloses de la calco nueva, Hollywood FL.
Krispy Kreme, Nort Miami Beach, FL Estados Unidos
Camino a la costa oeste de la Florida, Estados Unidos.
Reparaciones
La VanEsa cuchita nido casita. Hermosa.

En este tiempo pasó de todo, y vamos encontrando desde lo incierto las pequeñas rutinas: dormimos cada noche en la playa de estacionamiento de algún Walmart; nos tomamos un rato del día -y de aire acondicionado- en algún café donde desplegar las compus, investigar por internet, buscar barcos, enviar correos y ordenar fotos; alquilamos un storage donde trabajamos en los teatros en miniatura y guardamos algunos bártulos; y poco a poco empezamos a mirar barquitos, La VanEsa nos lleva y nos trae como una campeona de las rutas, y nosotrxs sintiendo que viaja en nuestra casita rodante la energía de los niños y las niñas que ella llevó de la casa a la escuela, de la escuela a la casa, de la casa a la escuela, tantas veces.

Hollywood, FL Estados Unidos

Cada dos o tres días a la tardecita vamos al mar… nos quedamos un rato mirando el cielo naranja y escuchando la inmensidad. Y ahí todo se calma y ahí todo se enciende. Queda la sensación de que estamos donde queremos estar, de que el mar nos recuerda quiénes somos, de que el mundo no es ancho ni ajeno -con perdón de la alegría-, de que un granito de arena mezclado con tantos otros y tantas otras inventan cada día y sin saberlo, ésta belleza. Y así nomás, la esperanza camina, rueda, navega… existe.

Van abrazos y besos y las muchas gracias y la mar en coche a cada persona que con intención o sin saberlo, deseándolo mucho o sin querer queriendo, fácilmente o con un esfuerzo tremendo, sopló un poquito de viento para que hagamos tanto posible. Ustedes saben quiénes son. El tiempo está después. La distancia es una sensación térmica. El amor es el mismo.

En la playa dándonos amor
Una postal desde algún puente, por el deseo.